LA OCURRENCIA ULTRA DEL PIN PARENTAL

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Updated: enero 22, 2020

Desde mi humilde posición de concejal de un municipio como El Campello, así como desde la de maestro, me cuesta asimilar que, en pleno siglo XXI, se ponga sobre la mesa el llamado “pin parental”, apodado coloquialmente  «pin neandertal». Sería para tomárselo a broma, si no fuera porque el asunto es muy serio.

Leyendo diferentes opiniones y argumentos, esta medida se justifica a través de varias hipótesis, cada una más descabellada que la anterior; que se está vulnerando la libertad de la persona, que los niños y niñas son propiedad de la familia y que la escuela adoctrina. Vamos a desgranar cada uno de estos argumentos:

¿Se vulnera la libertad de la persona? No, la libertad de una persona se vulnera cuando no le permites conocer la realidad que le rodea, cuando escondes aquello que es común, cuando finges que no existe, o aún peor, cuando haces que lo odie. Llaman libertad a que una familia inculque “valores”, tan cuestionables como el racismo, la xenofobia y la LGTBIfobia a sus hijos e hijas. Perdonen mis reflexiones, pero que una persona se crea con más derechos que otras por su color de piel, haber nacido en un lugar diferente, o tener creencias religiosas u orientación sexual distintas, me da mucho que pensar.

¡En la escuela se adoctrina! No sé lo que consideran algunas personas, asociaciones o partidos políticos, “adoctrinar”, pero sí, yo con mis alumnos y alumnas debato en clase sobre temas diversos, incluidos el racismo, la diversidad sexual, el feminismo, el medioambiente… Y fíjense, en casi 13 años, en ningún caso la conclusión de estos debates ha sido que las personas de piel blanca sean superiores a las demás, ni los hombres son superiores a las mujeres, ni las personas heterosexuales deben tener más derechos que las personas que no lo sean, y por  último y más importante, siempre han llegado a la conclusión de la importancia que tiene hablar sobre estos temas.

¿En qué se han basado nuestros alumnos y alumnas para sacar esas conclusiones? en cosas tan comunistas como la declaración de los derechos humanos, la constitución, la UNESCO, y nuestras propias leyes educativas. Estas leyes, además, dicen bien claro que el centro educativo no puede mantenerse al margen de la sociedad, todo lo contrario, debe implicarse en ella, en sus barrios, en sus comunidades, en sus municipios…

Los valores están incrustados dentro de todo el currículo educativo, dentro de la sociedad, de tal forma que no podemos eliminarlos sin perder calidad educativa y colectiva. Ahora ustedes pueden hacer dos cosas: o que, en lugar de los maestros y maestras, vengan asociaciones como España2000, hazte oír o el KKK a dar charlas en los centros educativos, o dejar de pensar que, por ejemplo, si a un alumno o alumna le hablan de alcohol, se volverá alcohólico, si le hablan de drogas, drogadicto, de homosexualidad, se va a volver homosexual o que por hablarle de igualdad, no se convierta en «el macho que debe ser».

Perdonen si les ofenden mis reflexiones, pero seguiré enseñando a mis alumnos y alumnas que una persona no es mejor que otra, sino diferente, y que las acciones de una persona no se valoran por sus creencias religiosas, sino por su aportación a los demás.

Este pin parental suena a estrategia para enfrentar a la sociedad civil entre si, y no hablar de los problemas comunes que nos afectan a todas las personas como la pérdida de derechos laborales, una escuela pública de calidad, la sanidad universal, los deshaucios sin alternativa habitacional, el trabajo precario y la pérdida de derechos sociales, mientras «las élites» siguen a lo suyo.

¿Os acordáis cuando estudiabais historia en la escuela o el instituto y pensabais que en esa época estaban «locos»? Dentro de unos cuantos años, leerán sobre el pin parental y pensarán lo mismo de nuestra sociedad.

Esta entrada pertenece a La Onda Digital.

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