Locales, carpas y recintos de capitanías y comparsas festeras registran cada día centenares de visitas en un ambiente distendido y divertido

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Updated: octubre 16, 2025

Las fiestas de Moros y Cristianos, como cualquier otra, tienen varias caras. La principal es ofrecer espectáculo y diversión a la población en general, autóctona y visitante, con lujosas e impactantes vestimentas, maquillajes que requieren horas de trabajo, desfiles que alegran las calles, representaciones seguidas de forma presencial o por cadenas de televisión, vistosidad a raudales, música, pólvora y otros elementos que las identifican.

           Esa actividad, naturalmente, acarrea importantes gastos que asumen los 2.000 festeros y festeras que integran las 17 comparsas, que invierten su dinero para que el resto disfrutemos de la fiesta y de días de convivencia.

          Otra parte es, quizás, un poco más íntima. Y llega cuando, tras cada acto oficial o en los huecos que deja libre la programación, todos y todas se retiran “a sus cuarteles” (nunca mejor traída la expresión), donde les espera más música, más convivencia, encuentros con familiares y amigos y cumplir con la costumbre de “visitar” a cuantas más mejor para compartir buenos momentos.

          Es el tiempo de los desayunos, los almuerzos, las comidas y las cenas, aprovechados para comentar el desarrollo de los actos y las novedades, que las hay siempre. Decenas de locales y carpas instaladas en las vías públicas bullen y se convierten en centros neurálgicos de la fiesta para descansar o deleitarse alrededor de una mesa bien provista de bebida y viandas para agasajar al visitante y descansar.

          Y cerca, siempre trabajando mientras los demás se divierten, están otros elementos imprescindibles de todo festejo multitudinarios: los agentes de la Policía Local y los voluntarios de Protección Civil. Seguridad ante todo.

          Y allí se consumen plantos tan típicos como el caldero, todo tipo de arroces, pilotes, cocas… y dos clásicos que nunca faltan: la sangre encebollada y los michirones o guiso de habas. Suficiente para paladares que quedan satisfechos y cuerpos con pilas recargadas para continuar.

Esta entrada pertenece a La Onda Digital.

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